miércoles, 16 de mayo de 2012

LA GUERRA QUE NOS TOCÓ

Es diferente. Quizá hasta puede ser una exageración tildarla como tal. En este mismo instante siento que debería cambiar el título, porque me gustaría escribir algo que ayudara y empezar así, probablemente signifique caerme sin siquiera haber subido el primer escalón.
Podría hablar de enfrentamiento, y quedarme corta con el singular. Está bien, voy por ahí. Estamos enfrentados, crispados, malheridos, atemorizados. Estamos confundidos. No tenemos referentes y mucho menos ejemplos. El peor jaqueo es al que nos está sometiendo la delincuencia, pero no es el único. Nos hemos vuelto irrespetuosos, intolerantes, agresivos. Los "educados y cultos" uruguayos como fuimos considerados alguna vez por otros latinoamericanos (en otras partes del mundo, nunca nos registraron) hemos quedado sepultados por una gruesa capa de mediocridad, banalidad y sobre todo, por el polvo de valores esenciales que hemos hecho pasar por el crematorio. Seguramente los culpables somos todos, por eso ninguno de nosotros debería amagar con tomar, no ya la primera piedra, ni siquiera el más mínimo pedrusco. La rivalidad, la competencia y la confrontación aparecen en todos lados y da la impresión que la capacidad de seguir avanzando depende, no, de los pasos adelante que podamos dar nosotros, si no de los que impidamos que den los demás.
Como sociedad estamos viviendo horas de dolor por ese jaqueo constante al que nos somete la delincuencia. Es de tal magnitud que a muchos los ha obligado a cambiar su estilo de vida y a tomar la variable seguridad en primer término a la hora de tomar decisiones. No se puede vivir en determinados barrios; no se puede mantener abierto el comercio; no se puede dejar la casa sola; no se puede seguir viviendo en una casa; no se puede salir a determinadas horas; no se puede... no se puede. Y si los ciudadanos no podemos vivir con la seguridad necesaria, el que está incumpliendo con su deber es el Estado, que tiene entre sus cometidos primarios el garantizar la seguridad interior. A garantizarla tendrían que dirigirse en este momento, buena parte de los esfuerzos del gobierno junto con la oposición, en mancomunión abierta, transparente y generosa, porque estamos en una situación que no admite por inmorales, burdos ataques de unos a otros ni mezquinos cálculos de réditos políticos. Deberían tener muy en claro que nos están faltando el respeto a todos con esos cruces más propios de personajes de un sainete, que de ciudadanos que deben estar entre los primeros referentes de un país. Y el presidente, el primero entre sus pares, debería darse, de una vez por todas, un tiempo mínimo de reflexión antes de caer en actos como el de días pasados, cuando se permitió una tarea de "chusmaje" con periodistas al terminar una conferencia de prensa. Debió darse cuenta que estaba hablando sobre un joven trabajador que había sido asesinado a sangre fría; no le compete a nadie y menos al presidente, entrar en tipo alguno de especulación. Por eso no llama la atención que se sepa que los informativos exhibieron 48 veces el video del asesinato; coincido con un joven amigo que en una red social, pidió que no permitiéramos que nos mostraran a una persona morir así. Si ya sabíamos cómo había sido ¿qué sumamos con verlo? Si es indecente que los medios sumen puntos en rating al hacerlo, ¿cuál es el adjetivo adecuado para los que del otro lado de la pantalla lo hicieron subir? Es el perverso círculo vicioso de lo que la TV entrega y lo que la gente quiere consumir, pero del que económicamente solo se benefician los dueños de la primera, mientras una franja importante de la audiencia intenta nadar sin saber, en un agua estancada, repleta de desperdicios.
No creo en las escuelas de armas y hace mucho que lamento que Uruguay tenga fuerzas armadas. Si alguien sugiere que es para defender la seguridad exterior, me remito a los dichos del ex presidente Vázquez: cinco aviones y combustible para 24 hs. ¿Por qué no volcar todos los recursos humanos y materiales para tener una policía profesional, íntegra, responsable y adecuadamente remunerada?
De todos modos, hasta que todos o la mayoría de nosotros no se convenza que una sociedad sana se basa en valores como el respeto, la tolerancia, la empatía, la solidaridad y la no-violencia, seguiremos inmersos en una realidad llena de incertidumbre, temor y luto, como la que provoca una guerra.-