martes, 24 de marzo de 2020


Presiento una noche triste

Que el Uruguay está dividido en dos mitades no es novedad para nadie, y claro que no me refiero a la separación geográfica que determina el Río Negro. Se ha repetido una y otra vez que estamos viviendo el momento más duro de nuestra historia (coincido, y doy fe, por lo menos en los sesenta años que de ella he vivido) y ante una situación límite no cabe duda de que son los valores los que pueden ayudarnos enormemente a sobrellevar el momento. Si no desenterramos valores como el respeto, la empatía, la solidaridad, la honestidad y todos los que engrandecen el espíritu humano, nos disponemos a la lucha en enorme desventaja.  

Ya hemos visto que comportamientos diversos, individuales y colectivos han puesto bien de manifiesto que el otro importa poco, con tal de conseguir mezquinas e irresponsables gratificaciones pasajeras. De todos modos, es necesario no perder de vista que la enorme mayoría de la población ha hecho las cosas como es debido.

Esta convivencia forzosa en la que estamos, por supuesto que tiene sus riesgos. Nos hemos acostumbrado a un “toco y me voy” en las relaciones de pareja, pero también con los padres y aún con los hijos. Por eso, este tener que compartir las 24 horas de muchos días, de un momento para otro, debe hacer florecer lo mejor, lo mejor, de nosotros mismos.

La búsqueda de la calma es absolutamente indispensable, y lo es a todo nivel, individual, familiar, en la vecindad, en las redes… siempre será preferible un respetuoso silencio a una palabra de ira, de odio, de intolerancia, y estas en este caso pueden estar relacionadas con la saturación, lo que puede manejarse o pertenecer al rango de emociones de primera mano, lo que es más difícil de controlar.
Dentro de este contexto, tengo la inquietante impresión que mañana a la noche las dos mitades del país distanciadas políticamente se enfrentarán a través de balcones, ventanas y azoteas, para defender con vehemencia lo que cada una de ellas entiende por justo. No necesitamos eso. No necesitamos un Nacional-Peñarol sin pulmones de distanciamiento. No necesitamos de un fanatismo irracional (me pregunto si algún fanatismo no lo es). Posturas, actitudes y decisiones que disgustan y con las que no se comulga han existido siempre, pero este momento sin parangón, demanda que exhibamos respeto, paciencia y serenidad, algo de lo que hace tiempo no hacemos gala.

Es absolutamente carente de inteligencia y sensibilidad buscar victorias vanas.  

Presiento una noche triste, pero ojalá esté profundamente equivocada. El mucho andar me ha enseñado a alejarme de la mediocridad condescendiente del “¿viste? yo te dije…”

Orientales, no sabemos cómo quedará el mundo después de esta tragedia, pero tengamos en cuenta que podemos llegar a convertirnos en un bocado sabroso que, si está irreconciliablemente partido en dos, será mucho más fácil de engullir. –

Aloma
Veinticuatro del tres de dos mil veinte

(Aunque la frase final parece una arenga multitudinaria, no creo que lo lean más de dos o tres familiares y amigos. Recibo comentarios gustosa e invito a tomar un café con torta en casa, después que pase todo esto, para hablar de diferencias, entendimientos y reconciliaciones).