sábado, 16 de julio de 2016

Lás lágrimas de oro de los niños chinos


Lágrimas causadas por el régimen. Un régimen odioso, repugnante. Un régimen de una crueldad inusitada, inadmisible en todos los casos, execrable contra los niños con extremos de los que ni siquiera me animo a hablar sin derrumbarme, porque desde que tuve hijos todos los niños del mundo tienen algo de los míos. Denunciar a estos perversos no es una cuestión política, es una cuestión humana. Los derechos humanos se defienden en todos los casos, quien defiende los de unos y hace caso omiso o mira para el costado en los de otros, es un cómplice terriblemente peligroso, porque selecciona a sus defendidos según sus filiaciones y deja indefensas a otras víctimas en una actitud que si es consciente, es lisa y llanamente miserable.
Me pregunto qué enarbola alguien que en una manifestación lejos de China flamea la bandera roja con las cinco estrellas amarillas, quizás en el cenit de su ignorancia crea encontrarse en un puesto de vanguardia del pensamiento y la acción, cuando en realidad se está  enlistando junto a quienes ocupan los peldaños más bajos de la barbarie.  
En el caso concreto del video cuyo link compartimos más abajo, ¿no será capaz el Comité Olímpico Internacional de impedir estos abusos aberrantes? ¿No podrá el COI implementar mecanismos como para que haya un estricto respeto por la dignidad humana desde los primeros albores de la competencia deportiva y como condición sine qua non para el desarrollo de la misma? Preguntas tontas, el “prestigioso” comité distinguió a China con la realización de los Juegos Olímpicos de Verano de 2008, y con los próximos Juegos Olímpicos de Invierno de 2022.
¡Ay de los supuestamente correctos que no hacen nada! ¡Ay de los que sepultan su dignidad en lodos de corrupción y poder!
Aloma Sellanes

16/7/16

https://www.facebook.com/ScoopWhoopNews/videos/507520599445139/?pnref=story

miércoles, 6 de julio de 2016

Una vida aún más larga, Su Santidad

Sin fanatismo político o ideológico, despojada de toda devoción religiosa, celebro hoy los 81 años de un simple monje, un líder espiritual, un premio Nobel de la Paz, un referente para cientos de millones de personas en el mundo.
Tenzin Gyatso, el XIV Dalai Lama del Tíbet hoy está de cumpleaños.
En un mundo herido gravemente por una violencia que reina en lo individual y lo colectivo, en un mundo embriagado por la codicia y el poder, en un mundo deglutido de a poco por una corrupción tan devastadora como generalizada, resulta tan lógico como necesario que se busquen ejemplos que tomen una distancia bien notoria de estos males que parecen endémicos y decididos a conducirnos a un inexorable final. Por eso cuando se encuentra a alguien que puede servir de guía, como el Dalai Lama en mi caso, por un lado aparece una sensación de alivio, se recupera la confianza y se experimenta cierto regocijo al pensar que otra realidad es posible. Pero por otro lado, al estar en una situación límite, es impostergable  realizar una auto interpelación estricta, sobre si el ejemplo elegido es un humano fuera de serie o un espejismo creado por la constatación desesperada de que está casi todo perdido.
A lo largo de estos años me he cuestionado varias veces y no he encontrado razones que me lleven a dejar de respetarlo y admirarlo. Es más, tengo la certeza que si siguiéramos su prédica y sus acciones coherentes con su prédica, podríamos empezar a modificar estos días grises, caóticos y desesperanzados que vive la humanidad.
Su Santidad el Dalai Lama, usted ya ha tenido una vida larga, por eso el pedido es que viva una vida más larga aún y se quede por acá un buen tiempo más, la tarea de mejorar nuestros comportamientos es dura y sumamente difícil, pero tal vez usted pueda conseguir algo en su intento tenaz por lograr que nos tomemos con seriedad ese desafío.

¡Feliz cumple! como decimos por acá.-

Aloma Sellanes
6 de julio de 2016

p.d.: Ilustro esta reflexión con una foto de un momento inolvidable, tal vez sería más humilde de mi  parte, no hacerlo y buscar otra... todavía no aprendí bien que el ego molesta demasiado y aferrarse a él es una mayúscula estupidez. Pero gracias al simple monje tibetano, ahora lo tengo claro, sólo me falta -y no es poco- actuar en consonancia.