Sería bueno que ninguna circunstancia económica obrara como
justificativo para que un gobierno de un país democrático se viera obligado a
entablar relaciones de dependencia con un régimen tan fuerte económicamente como
irrespetuoso de las libertades y los derechos de quienes no aceptan su dogma
político.
El presidente de la República Oriental del Uruguay viaja hoy hacia
China junto con cuatro ministros, varios asesores, dos dirigentes sindicales y
un número importante de empresarios. El país está ávido por conseguir recursos
económicos y el gigante asiático resulta seductor, ya es el principal socio
comercial y para muchos un tratado de libre comercio sería altamente
beneficioso en los magros tiempos que corren.
Por los bolsillos rotos de los trajes gubernamentales, por donde se
han escurrido las monedas que supieron ganarse generosamente hace poco, en días
propicios para los productos que ofrece el país, se escurren también los
principios, las convicciones, las defensas, las reivindicaciones. Los
demócratas uruguayos deberán estrechar las manos de los dictadores chinos (si
estos así lo quieren), manos cuyos pulgares están acostumbrados a girar hacia
abajo, llevándose en ese gesto los más elementales requisitos de justicia.
Saben los políticos, los empresarios y los sindicalistas que viajan, que
palabras como Tiananmen o Tíbet deben estar precisa y claramente excluidas del
vocabulario a utilizar, saben también que deben mostrarse como felices
ignorantes de la existencia de un número tan grande como desconocido de presos políticos,
disidentes que en actos de sumo coraje han intentado manifestarse de algún modo
contra un régimen totalitario y aniquilador. Tampoco hablarán por cierto, de
los atentados contra la naturaleza que está cometiendo China, y cuyas
consecuencias son y serán letales para toda Asia y también para el resto del
mundo.
Las arcas sedientas del erario público tienen la peculiar y triste
habilidad de hacer desaparecer los valores más preciados, porque de nada sirve decir que se los tiene sino se los defiende en la realidad. Por todo esto es
que cada día el mundo se vuelve un lugar más injusto y más mezquino… y más
seguro para los que pisotean los ideales del respeto, la tolerancia y la convivencia
pacífica. Y esto es obra de los abyectos y omisión de los que aparentemente no
lo son.-
Aloma Sellanes
10/10/16
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