Ambos nacieron en el Río de la Plata, a mediados de los años 30 y acaban de despedirse del mundo con pocos días de diferencia, acaparando la atención del planeta. Elegí una foto de uno de sus encuentros, para ilustrar, pero la mirada global sobre ellos es de tal magnitud que ni siquiera debo sumar sus nombres.
Poco puedo añadir a las innumerables palabras que se han dicho y escrito, pero hay una, sumamente valorada, que me resuena como una de sus características fuertemente compartida: austeridad. Se la resalta una y otra vez, con uno y con
otro, haciendo por demás evidente que, a una parte muy significativa de la
humanidad le importa mucho que los guías en el terreno
religioso/espiritual y los conductores políticos, hagan de la austeridad
un sello distintivo.
Es entonces
que me surge una pregunta cuya respuesta no obtengo con claridad: si tanto
deseamos líderes austeros, ¿vivimos nosotros mismos en la austeridad? ¿Qué tan
austeros somos? ¿Acaso no sería mucho más frecuente encontrar líderes austeros,
si el común de los humanos hiciéramos de la abolición de los excesos una
práctica constante? ¿Existe una suerte de incoherencia entre los conductores
que pretendemos y las vidas que llevamos?
Obviamente mi pregunta no va dirigida a los más desfavorecidos, siempre condenados a vidas de privaciones, en las que las carencias son los únicos excesos que conocen.
Ojalá que la austeridad se convierta en algo más que una virtud a admirar y aplaudir. Que la convicción nos ayude a cultivarla.
Aloma Sellanes
Mayo 16, 2025
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