¿Por qué abrazar
la causa del Tíbet? La abracé hace muchos años porque se dieron una serie de hechos,
coincidencias y causalidades que me mostraron con absoluta nitidez el drama del
pueblo tibetano. Su falta de libertad, la inexistencia de justicia, la pérdida
de su tierra, las mentiras para justificar la usurpación, la represión y el
dominio. Aunque en la última década del siglo pasado y en la primera de este,
fue un conflicto visible y captó adherentes y defensores, ante tantos horrores
nuevos y aunque lejos esté de resolverse su dura peripecia, la causa del Tíbet
ha ido tornándose cada vez menos conocida hasta volverse, salvo algún toque de
atención demasiado breve, soslayada.
En tiempos tan oscuros y desoladores como los que estamos viviendo, la cultura tibetana de la no violencia aparece como el faro que pudo habernos guiado hacia otros destinos, si se hubiese asimilado su mensaje de respeto, empatía y compasión por parte de una comunidad internacional, a veces timorata, a veces impotente y a veces cómplice. No la presento como algo perfecto porque, de hecho, aun compartiendo totalmente su pacifismo, hay otros temas con los que no comulgo, pero poco importa mi posición, cuando de lo que se trata es de buscar los caminos que nos alejen de todos los que creyéndose superiores, se adjudican el derecho de decidir quien vive y quien muere. Dentro de la cultura tibetana no germinarían las semillas de la codicia y el odio que hoy engullen de la manera más vil y abyecta, la vida de miles y miles de inocentes.
Parece que ya no estamos a tiempo de revertir la desoladora realidad que algunos monstruos han creado. Sin embargo, debemos seguir buscando luces que nos permitan salir de esta horrible oscuridad. No cejemos en ese intento. La cultura tibetana de la no violencia es una de ellas.
Aloma Sellanes
Agosto 5, 2025
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