No adjunto el vídeo. Pero lo vi. Yo que hace tiempo cierro los ojos o cambio el canal frente a escenas de ficción truculentas, hoy temprano en la mañana mantuve los ojos bien abiertos, mientras el alma y los sentimientos intentaban buscar explicaciones que sabía de antemano que no encontrarían. En ese vídeo que no adjunto, vi como una bebé china de dos años era atropellada por una camioneta que no se detuvo al verla (y esta conjetura de que la vio se fundamenta en todo lo que se observa después), le pasa por encima con sus ruedas delanteras, y tras un momento de duda, hace lo propio con las traseras. Tras esa escena en la cual todos los sentidos quedan jaqueados, vienen otras que muestran a unas cuantas personas, algunas caminando, otras en distintos vehículos que pasan al lado del cuerpito de la niña sin inmutarse, cuidado, no es que no la ven, la ven y siguen de largo, incluso hay otra camioneta que hace algo atroz pero ya no quiero seguir con el relato. Según dice la crónica que acompaña el video pasaron siete minutos antes de que una mujer intentara hacer algo con la bebé casi exánime. Luego se ve la desesperación de otra mujer que todo hace suponer que es la madre, la toma de la cámara de seguridad que captó todo lo ocurrido y las palabras apesadumbradas de un hombre, el adjetivo va por su gesto no por sus palabras dichas en mandarín. Hace tiempo he visto fotos sobre atrocidades cometidas contra bebés chinos, en especial niñas, la magnitud de la crueldad que mostraban me hizo pensar en aquel entonces, si no serían parte de una campaña anti-China. Hoy me quedó claro que no lo eran.
El diccionario no tiene una palabra para definir eso. Ni siquiera la unión de muchas pueden explicarlo. Una sociedad no es la suma de las maldades que cometen sus integrantes, por eso ninguna debe estigmatizarse por el comportamiento de unos cuantos... sin embargo, uno no puede menos que preguntarse qué tipo de sociedad tiene entre sus ciudadanos comunes a esos que pasaron al lado de la niña omitiendo su ayuda e ignorándola... eran ciudadanos comunes y no delincuentes preparados para cometer el más vil de los crímenes.
Ojalá que las autoridades chinas tan propensas a castigar inocentes en juicios sin garantías, puedan hacer algo con todos los que tomaron parte activa o pasiva en este asesinato. Pero claro que no será suficiente, remodelar un corazón humano y compasivo para este tipo de gente, llevará años y más años.-
Aloma Sellanes
martes, 18 de octubre de 2011
domingo, 16 de octubre de 2011
EN UN MUNDO MEJOR

Hacía tiempo que con mis niñas no íbamos juntas al cine. La noche de sábado de novios ausentes lo hizo posible. La elección estuvo un tanto debatida pero En un mundo mejor fue la escogida. El horario de la función, 22.30, y la duración, 2 horas, me hicieron temer que, si no lograba ser sólida en acaparar mi atención, terminaría durmiéndome. Nos habíamos propuesto cenar antes de ver la peli, pero como nos sucede generalmente, se nos hizo tarde y convinimos en dejar la cena para después que terminara.
Pero más allá de lo que habíamos supuesto, no vimos una película, nos enfrentamos a una obra maestra. Una obra que abofetea más de lo que abraza, prolífica en cuestionamientos y disparadora de intentos francos por encontrar respuestas. Un testimonio directo de lo arduo y peligroso que resulta en este mundo, pretender ser practicante activo de la no violencia. Y mientras el protagonista principal pone una mejilla y la otra e intenta predicar con el ejemplo, uno de los niños-adolecentes aprende desde pequeño a cambiar golpe por golpe, sumergiéndose en un espiral sin retorno, en el que la violencia será capaz de engendrar más violencia.
Viajamos entre la venganza (ese es el título del film en el idioma original) y el perdón de la bien ordenada realidad danesa, a la cruda y lascerante contemporaneidad africana, con escenas que llevan a cerrar los ojos porque la mirada no admite ni el corazón tolera tanta crueldad, que para todo infortunio, si forma parte de la ficción es porque la realidad la alimenta. La desesperada pregunta de cómo es posible que sucedan tales cosas, no tiene otra respuesta que un enorme caudal de impotencia, también desesperada.
Sobre las actuaciones baste decir que no hay ni un solo desacierto y que si me encontrara por ahí a los protagonistas más jóvenes, nadie podría convencerme que no estoy frente a Elias y Christian.
Cuando termina, cuesta levantarse. Mientras una banda de sonido, acorde a las virtudes de toda la película, nos invita a retirarnos, el físico obedece no muy convencido, mientras la conciencia va a seguir por mucho tiempo interpelada.
No sería mala idea que fuera una película que se debatiera en distintos ámbitos, entre ellos y con énfasis, los educativos.
Fue reconfortante haberla visto con mis hijas. Eso sí, la cena nos quedó pendiente, el apetito se esfumó después de semejante intensidad.-
Aloma Sellanes
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