Hay veces en las que sentimos que el alma y el cuerpo son de distinto talle. Lo he sentido ante pérdidas irreparables y es lo que vengo sintiendo desde el domingo en la tarde, cuando me enfrenté a algo que me dejó atónita y devastada.
Querer
explicarle al corazón y a la razón que lo que uno ve no es lo que querría ver
es infructuoso, pero sobre todo es imposible si se quiere ser coherente y
mantener la conciencia libre y el espíritu crítico en sus plenas potestades.
Durante casi
veinte años he trabajado por una causa en la que creo profundamente, porque es
la causa de un pueblo sojuzgado desde hace siete décadas, un pueblo pacífico
que quiere ser llevado a la extinción por parte del régimen dominante. Durante ese
mismo tiempo he traducido centenas de citas que muestran el pensamiento ético,
pragmático y compasivo del líder máximo de ese pueblo y uno de los líderes
espirituales más importantes a nivel mundial de nuestro tiempo. Sin fanatismo,
he encontrado en sus reflexiones esa cuota de sabiduría sobre cómo debería ser
el mundo para que dejara de ser el lugar hostil en el que vivimos hoy. Estar con
él, en distintas circunstancias, no fue otra cosa que comprobar sus dotes
humanas y su coherencia.
Sin
embargo, y este sin embargo es el que nunca pensé que escribiría un día, las
imágenes que circulan a lo largo y ancho del mundo, han jaqueado mi admiración,
mi confianza y mi adhesión. Cada vez que las veo, siento un golpe
desestabilizador. Desde entonces, he leído, he investigado, he escuchado, he
discutido, pero al principio y al final, las imágenes son las imágenes y los
hechos son los hechos. Hay un niño que pidió un abrazo y se encontró viviendo
una situación absolutamente desagradable y que hoy se encuentra en el epicentro
de un cataclismo; hacia él mi absoluta empatía y mi deseo de que salga de todo
esto con el menor daño posible. Para honrar a ese niño, no debe haber otra
respuesta que una actitud humilde y digna que no pretenda justificar lo
injustificable.
Estoy
profundamente triste. Una parte de mi mundo sufrió un golpe letal hace 48 horas.
Mientras veía
el video, mi nieto de tres años se acercó y quiso ver las imágenes. En otras
circunstancias le hubiese mostrado la pantalla y le hubiese dicho, este señor
viejito es alguien muy bueno, alguien a quien tu Baba conoce y quiere mucho… En
ese momento, cerré la publicación, lo abracé y me quedé en silencio, aguantando las
lágrimas que no le podría explicar, que son las mismas que dejo fluir ahora, en
soledad.-
No hay comentarios:
Publicar un comentario