viernes, 31 de enero de 2025

EL VERANO QUE NO BAILAMOS

 

EL VERANO QUE NO BAILAMOS

Hace muchos años que compartimos veranos, al punto que la unidad de medida temporal de nuestras amistades bien podría ser esa estación del año.  Nos vemos en otros días de los meses restantes, pero los encuentros, los verdaderos encuentros tienen como protagonista al estío.

Al tiempo que pasamos en la playa, se suma el que, durante muchas noches, nos convoca alrededor de la parrilla, y mientras arden los leños o el carbón, acumulamos anécdotas, historias, combinando recuerdos jocosos con reminiscencias muchas veces cargadas de nostalgia. Cuando avanza la noche, el último bocado que es llevado a la boca, lo hace con un ritmo especial, la música se eleva: es hora de comenzar el baile.  

Una variada gama de canciones, todas ellas bailables y de distintas épocas, nos hace salir de nuestros asientos, dándole libertad a nuestros cuerpos para que hagan figuras en el aire… bueno, permítanme la licencia de la metáfora de esta última frase, jeje. Pero, la cuestión es que bailamos. ¡Vaya que bailamos! Y nos reímos y disfrutamos, y no nos importa un bledo si nos cansamos.

Leí días pasados una definición que me encantó de un escritor francés e investigador musical, Pascal Quignard, sobre lo que es la danza. Según él, es el deseo irresistible de levantarse. ¡Cuánta razón tiene! pensé. Porque al escuchar ciertos acordes, permanecer sentado es una limitación insoportable.

Pues, nosotros, esa barra macanuda de rioplatenses que aprendió a divertirse a lo loco en el primer mes del año, este enero no bailó. Sin ponernos de acuerdo, sin charlas previas, ni sugerencias, ni nada. Simplemente, la música no estuvo convocada y entonces, ese deseo irresistible de levantarnos no surgió. Nos quedamos sentados... nos quedamos sentados porque nos pesó una ausencia definitiva y también extrañamos una presencia que, no tenemos dudas, volverá a estar con nosotros en un tiempo que todos deseamos cercano.

Hay veces que, espontáneamente, los humanos encontramos lenguajes no verbales para transcurrir tiempos de pausa ante situaciones que nos hacen doler el alma.

La foto que ilustra estas líneas, la tomé mientras escribo, es de una naturaleza a la que el viento, sin reparar en definiciones, hace danzar con alocado frenesí.

Aloma Sellanes

30/01/25

    


 

 

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