miércoles, 20 de abril de 2016

NUESTRA ACCIÓN


Estos días la naturaleza se está expresando de forma airada en distintas partes del planeta. Un fuerte terremoto en Ecuador con doloroso número de víctimas mortales, otro en Japón, tan castigado últimamente; un tornado en Uruguay donde los vientos redujeron casi a escombros buena parte de una ciudad del interior del país, el que también está sufriendo, al igual que Argentina, inundaciones de enorme magnitud.
Muchos ven en estas manifestaciones naturales, castigos que el ser humano merece por sus actos inadecuados y muchas veces violentos, contra el ambiente en el que vivimos. Otros, indican que catástrofes naturales han habido a lo largo de toda la historia.
Lo cierto es que, más allá de nuestra incidencia puntual en estos últimos acontecimientos trágicos, nuestro comportamiento en el planeta dista mucho de ser el admisible. A nivel individual, no siempre tenemos conciencia de que pequeños actos pueden ser atentatorios contra el hábitat que todos compartimos. A nivel colectivo, muchas veces nos permitimos conductas al amparo de la masa que son, lisa y llanamente, agresivas. Pero sin dudas, es a nivel de las grandes corporaciones,  en su carrera desaforada de acumulación de ganancias, de las grandes multinacionales despojadas de toda ética, que encontramos a los mayores responsables de los daños que, en muchos casos irreversibles, se le están causando al planeta. Desprecio y condena hacia los gobiernos que por acción u omisión, se vuelven actores o cómplices de estos atentados.
Por el bienestar de todos, y sobre todo por la existencia misma de las generaciones futuras, tendríamos que valernos de la decencia, la indignación y el coraje necesarios como desactivar a esos monstruos voraces movidos a impulsos de una maquiavélica codicia. Cada uno de nosotros debería preguntarse si, incluso sin advertirlo, algunos de nuestros comportamientos no alimentan a esos gigantes cuyos pasos aplastan la dignidad humana y la posibilidad de un porvenir viable para los seres humanos que vendrán después que nosotros, a quienes no debemos ver como seres lejanos, son nuestros hijos, los hijos de nuestros hijos, y así sucesivamente.
Se ha llegado a un punto donde el verbo más alabado es POSEER. Se lo ha colocado en un altar profano, ha pasado a ser un verbo de culto; por poder conjugarlo en primera persona, no  importa traspasar la barrera de lo ilegal, se anda a los abrazos con la corrupción, y se atenta contra un planeta maravilloso y el resto de sus habitantes, inocentes criaturas que jamás serían capaces de abusar de él. Nos creímos el cuento de animales superiores que nosotros mismos inventamos, cuando en realidad hay acciones de muchos de nuestra especie que nos colocan en el último escalón, oscuro, muy oscuro.  
El margen de tiempo cada vez es más chico y cada vez más impostergable que se refuerce la acción de una conciencia colectiva tan ética como bondadosa. Cada uno de nosotros es una célula que puede tener incidencia en el comportamiento de todo el organismo. Pensemos que las acciones dignas que hoy realicemos serán las que harán viable la llegada de nuevos humanos  a este mundo después que nos hayamos ido. Alejémonos de quienes ocupan ese último escalón y busquemos el ejemplo de aquellos que han honrado a la especie con palabras y procederes que bien pueden servirnos de guía.
Es cierto que los monstruos son muy difíciles de derrotar. Pero cada uno de ellos está formado por infinidad de pequeñas células. Si cada una se rebela tal vez podamos lograr el gran estremecimiento que coloque a la humanidad en un eje de bondad donde lo único que importe poseer, sean los altos valores intangibles pero enaltecedores, capaces de poner como prioridad el respeto por el planeta, por los demás y por nosotros mismos.-

Aloma Sellanes
19/4/2016


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