sábado, 2 de abril de 2016

LOS ÁNGELES HUMANOS


Existen. Andan alrededor y generalmente uno no repara en que lo sean. La idea que absorbemos desde chicos es la de esos ángeles etéreos, invisibles, intocables, que están cerca de nosotros por si alguna torpeza propia o amenaza externa pudiera ponernos en peligro. Pero lo cierto es que, sin menoscabo de la existencia de estos ángeles  con patentes celestiales, hay otros que están cerca, y son bien tangibles. Lejos de la perfección y de cualquier atisbo místico, interactúan con nosotros con sus humanas características, plenas de virtudes pero no exentas de defectos. Si siempre nos es grata su presencia, hay momentos en los que su compañía se vuelve imprescindible. Son los momentos en los que hechos que no hubiésemos querido que nos sucedieran, vienen a jaquear nuestras vidas, dejándolas tan indefensas como un junco tierno y débil en medio de una tempestad. Es en ese preciso instante en que estos ángeles humanos se ponen al lado nuestro, y con palabras, con silencios, con abrazos, o simplemente con su presencia, nos hacen sentir que no estamos solos, que ellos están dispuestos a echarnos todas las sogas para rescatarnos, incluso hasta relegando sus propios problemas, sus propias preocupaciones, sus propias tristezas.
Y más allá de las veleidades que rigen nuestra humana condición, su ayuda, su apoyo y su protección los harán dueños de un lugar en nuestro corazón para siempre.
Si todos pudiéramos convertirnos en ángeles humanos, limitaríamos de un modo significativo el sufrimiento, haríamos al dolor más vulnerable y pondríamos a la felicidad más a salvo de tantas amenazas y tantos desencuentros. En lo personal, voy a ver si puedo, a lo largo de mi vida he tenido grandes maestros y ahora mismo cuento con algunos insustituibles. Tiempo de imitarlos o por lo menos, de poner todo de mí en ese intento.
Aloma Sellanes
23 de diciembre de 2015








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